martes, 30 de agosto de 2011

Tantas cartas, tanto pagas


Si todos lo sabemos... ¿por qué algunos seguimos tan quietos?

Después del post inaugural intenté cortarme las venas, pero como me dolía, abandoné el objetivo. Descarto, por lo tanto, ser un emo. Para reconciliarme conmigo mismo hoy quería escribir sobre algo que me suscitara una sonrisa, aunque respirara cierta resignación. Ese poso inevitable, ais. Pobre.

Los acreedores se han adueñado del género epistolar. Las cartas, desposeídas de su romanticismo primigenio, son ahora propiedad exclusiva de los que nos hacen pagar. Tu viejo amigo de la Erasmus, ése que vive en México, sólo te felicita el cumpleaños por Facebook, y chico, ya no vas con el ímpetu de antaño al buzón.

Aquella frase de 'Tanto tienes, tanto vales' puede rebatirse. Pero su prima, 'Tantas cartas, tanto pagas', constituye una realidad innegable. Te sabes pescado y te duele el anzuelo. Sin embargo, todo tiene su colmo. Por ejemplo, enfrentarte a un 'Seguro de no vida', por escrito y a tu nombre. Eso es algo más que informarte sobre un pago. Es un recordatorio: 'Nos perteneces'. Cachis, si ya me lo dijo Cortázar.

(Foto de una carta recibida en 2008)

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